A menos que tengas la suerte de trabajar para ti mismo, todos tenemos un jefe al que debemos responder. Siempre que no sean jefes difíciles de tratar, existen diversas formas para asegurar que ambos tengan una buena relación.

Para empezar, puedes aumentar tu simpatía. Se trata de que uses algunos trucos para hacerte aún más simpático con quienes te rodean, incluido tu jefe. Eso significa evitar el lenguaje corporal negativo, elegir tus batallas e incluso vestir la parte. Esto no significa que tenga que ser una aspiración, solo tenga en cuenta que desea emitir más señales positivas que negativas. De esa manera, puedes ofrecer críticas cuando se requiere, sin ser tomado como alguien negativo.

También debes hacerte indispensable. Probablemente haysa escuchado esto mucho, y es totalmente cierto: si la oficina no puede funcionar sin ti, entonces está en una posición mucho mejor para obtener aumentos salariales, promociones y evitar despidos. Entonces, si no eres indispensable, comienza a trabajar en ello: trabaje en proyectos de alta visibilidad y, si puedes, adquiere algunas habilidades que te separen de la multitud y ayude a que tus proyectos se desarrollen sin problemas.

Mantener actualizados de tus avances, ya que no hace falta decir que el tiempo cara a cara es importante; después de todo, no podrás forjar una relación con tu jefe, si nunca te ve, pero más que eso se trata de mantenerlos actualizados de tu trabajo. Considera enviarles una actualización de estado regular. Esto no sólo les permitirá saber lo que estás haciendo, sino que si estás siendo productivo, también mostrará cuánto progreso estás haciendo, lo que te hace lucir bien.

Soluciona problemas antes de que impacten la organización. Nadie es perfecto, y tu jefe probablemente entiende eso. Pero si puede solucionar sus problemas antes de que tengan que se necesario hacerlo, se verá mucho mejor a sus ojos. La mejor manera de hacerlo es con una autoevaluación regular o, si quiere ser menos elegante, lleve un diario de trabajo informal. Escribe lo que estás haciendo, lo que otros piensan que haces y lo que deberías estar haciendo, luego repórtate desde la perspectiva de tu jefe. Con honestidad (y un poco de suerte), debes tener una buena idea de los problemas que debes solucionar antes de que tu jefe se te acerque.

Discúlpate (correctamente) cuando te equivocas. Para los problemas que no puedes solucionar con anticipación, o para los errores que sólo ocurren una vez, necesitas recuperarte con gracia. Y eso significa disculparse, correctamente. Haz que tu jefe (la parte perjudicada) sea el foco de tu disculpa, no tú mismo. Nuevamente, piensa cuáles son sus prioridades y cómo esto los impactó, no a ti. Y recuerda: no te estreses cuando fallas. Es como te mejoras.